¿Cómo se diagnostica el asma?
Los médicos nos apoyamos en la historia clínica, los datos obtenidos por la exploración funcional respiratoria y las pruebas cutáneas de alergia para sostener el diagnóstico de asma.
Historia clínica. Consiste en recoger los antecedentes familiares y personales del paciente haciendo hincapié en aquellos síntomas que son típicos del asma, aunque no exclusivos, y que ya comentamos en apartados anteriores. Además, debe llevarse a cabo una completa exploración física.
Pruebas funcionales respiratorias. Son una pieza fundamental en la obtención del diagnóstico y también el seguimiento y en la decisión acerca del tratamiento más idóneo para cada paciente. El elemento clave reside en la demostración de una obstrucción al flujo aéreo que en el asma es, por lo general, variable y reversible. Para ello se emplea una prueba denominada espirometría forzada, consistente en la medición (mediante una aparato diseñado para ello, el espirómetro) de los volúmenes y flujos recogidos después de una inspiración y espiración forzadas. Con esta prueba se puede detectar si existe una obstrucción bronquial que produzca dificultad a la hora de expulsar el contenido aéreo de los pulmones. El volumen espiratorio que se recupera en el primer segundo de la maniobra de espiración forzada es un buen índice de obstrucción bronquial. Sin embargo, puede ocurrir que alguna personas con asma muestren valores normales de las cifras obtenidas por espirometría. En estos casos es útil la medición por el propio paciente del flujo espiratorio máximo, que se correlaciona bien con los valores espirométricos y que se puede hacer fácilmente a diario, en el domicilio del paciente, empleando el medidor de pico de flujo. Los valores obtenidos reflejarán la variabilidad de la obstrucción bronquial característica de los asmáticos. También en estos casos se pude realizar una prueba de provocación bronquial inespecífica, que consiste en administrar una sustancia (metacolina) por vía inhalatoria para comprobar si produce un estrechamiento de los bronquios detectable mediante el espirómetro, algo que ocurre muy frecuentemente en enfermos de asma y menos frecuentemente en personas normales. Es decir, esta prueba sirve para comprobar si el individuo tiene una respuesta bronquial excesiva a un estímulo capaz de provocar constricción (lo que se llama hiperreactividad bronquial).
Pruebas cutáneas alérgicas. Las pruebas cutáneas más habituales son las de prick-test, que se realizan con una punción a un nivel cutáneo muy superficial que no estimula las fibras nerviosas del dolor. Exclusivamente generan, en el supuesto de pruebas positivas, un picor local que cede en minutos.
Las pruebas cutáneas (prick test) se realizan con objeto de demostrar «in vivo» la existencia de IgE (Inmunoglobulina E) específica frente a un alergeno, pero su negatividad no descarta el diagnóstico de alergia. Existen diferentes causas por las que un paciente puede tener pruebas cutáneas negativas. La más común es la toma, en los días previos, de algún medicamento que las inhiba (en particular los fármacos antihistamínicos), siendo preciso repetirlas. Algunos pacientes pueden presentan una sensibilización a alergenos no testados habitualmente en las baterías estándar, en las que sólo se recogen los alergenos más frecuentemente encontrados en un área geográfica determinada. Finalmente, es posible que el alergeno empleado no esté estandarizado y no tenga la capacidad suficiente para captar una posible sensibilización, como ocurre con la mayor parte de los extractos de hongos.